Tuesday, February 9, 2010

FEBRERO MES DEL AMOR

Cuenta la mitología griega que Afrodita, la diosa de la belleza, tuvo un hijo, Eros dios del amor, representado por un casi niño alado con un carcaj a sus espaldas lleno de flechas las cuales se entretenía lanzando a los seres aquí y allá; al dar en flechazo certero en la persona, esta quedaba herida por los efectos del amor y sus padecimientos.

Los romanos le llamaron Cupido, posteriormente sólo quedó la idea de un corazón sangrante atravesado por una flecha para representar el amor en el alma de los enamorados, me atreví a escribir un poema con estos elementos y hoy en este mes del amor lo comparto con ustedes.


EL CASTIGO DE EROS

Eros, con su carcaj repleto de saetas
jactábase burlón de su buena puntería,
mas por descuido, clavóse, cierto día
el dorso con el filo de su propia flecha.

Zeus, el Señor del Olimpo ante el dilema
de verlo víctima en lugar de victimario,
sentenció para él como justo y necesario
sufrir los efectos del amor ¡vaya condena!

Afrodita al contemplar a su hijo amado:
ojeroso, pensativo, vago, huraño,
alegre, tristón, desaliñado, extraño,
huidizo, atrevido, cobarde, apocado....

¡Zeus, de que forma tal lo has castigado
que no encuentra sociego el pobre efebo!
-Nada de cuidado -responde el dios del cielo-
padece el suplicio de estar enamorado.



CUÁNDO AMOR

Cuándo amor tocarás a mi puerta
como un haz de luz intempestiva;
ante mi estopor, como agua viva,
trasciendas voraz mi senda
abierta.

Cuándo amor desbordará mi boca
en un caudal de incontenible exceso,
anegándome pleno con un beso
de unos labios de eraje y mariposa.

Cuándo amor con tu presencia grata
darle agua podrás a mi desierto...
y un puerto a mi perdida barca.

Para poder al fin arriar el ancla...
saciar en plenitud mi ardor sediento
y elevar en tus alas mi alma blanca.



AMOR PLATÓNICO

Atento de su sueño más sublime
el Quijote en su retiro se recrea
de aquel amor por su bella Dulcinea
que mucho lo deleita y lo redime.

Él la va fantaseando muy despacio
para gozar en detalle su hermosura,
la imagina en su rueca y su costura
en la sala mayor de su palacio.

Ajena total del caballero y su locura...
sucia, maloliente, con rostro mohino
allá en Toboso, Aldonza se apresura

para llenar de la piara las bateas,
sorda por el gruñir de los porcinos.
¡Bah! ¿si supiera que ella es Dulcinea?



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